Estructura
El concierto para guitarra y orquesta Páramos se organiza en tres movimientos que se interpretan sin interrupción. Esta arquitectura sonora de tipo ternario me fue sugerida por la propia estructura del cuadro, en el que se aprecian tres planos diferenciados cuando observamos la tabla de arriba a abajo.
fig.1: los tres niveles del cuadro
En el nivel superior predominan las llamas en la ciudad nocturna que está siendo arrasada por el fuego. Entre las llamas de azufre y los destellos, en la lejanía divisamos un pequeño diablo que juega a ser funambulista. También hay otro que sube por una larga escalera de madera. El puente, la rata, la noria o el barquero son otros de los personajes y elementos que se observan en este nivel.
En el nivel medio emerge con fuerza la figura enigmática del hombre árbol, pero también los episodios del pene-cuchillo con dos orejas, la gaita, el pájaro mariposa, diablo con flecha en el culo que sube por una escalera o la monja tabernera. Es una zona plagada de personajes extraños que ejercitan tareas excéntricas o sin sentido.
Por último, en el nivel inferior el diablo se adueña de todo el protagonismo, y aunque se observan motivos como la monja cerdo, conejo, laúd, vomitador, dama con espejo, y otros, la figura más particular es un diablo que caga hombres por el culo.
La guitarra
En la obra, el papel asignado a la guitarra está estrechamente relacionado con el rol que adopta el diablo en el seno de la pintura. Aparece y se esfuma, pierde y cobra protagonismo, de manera similar a como lo hace el personaje en el yermo paisaje del cuadro. El particular estilo concertante que adopta la obra deriva directamente de este discurso.
En el primer movimiento de la obra, por ejemplo, la guitarra realiza una serie de arpegios rapidísimos de carácter repetitivo, que emergen por primera vez de entre los sonidos de la orquesta a medida que ésta disminuye su nivel sonoro, y que son ahogados en varias ocasiones cuando la orquesta vuelve a reaparecer. Cuando en diversos momentos de este período la guitarra se queda sola, lo aprovecha para hacer ciertas cabriolas y piruetas al estilo de un escurridizo, saltarín y jocoso diablo.
Materiales
La figura que sigue muestra el esquema del análisis de Páramos que ha realizado el guitarrista Javier Riba, a quien está dedicado el concierto:
fig.2: esquema del análisis hecho por Javier Riba
En la obra tiene mucha importancia el acorde de la figura siguiente, del que se han extraído relaciones armónicas y melódicas:
fig.3: acorde alfa
Permutaciones, distorsiones y desplazamientos de las notas de este acorde constituyen un material que aparece disperso a lo largo de toda la pieza.
Los centros tonales han sido calculados en base a un sistema de modulaciones en anillo que comienzan en la nota más grave de la guitarra, la nota MI.
A continuación mostramos algunos de los motivos más significativos de la obra asignados a la guitarra.
fig.4: motivo 1
fig.5: motivo 2
fig.6: motivo 3
fig.7: motivo 4
fig.8: motivo 5
Lo que sigue son dos ejemplos sonoros de dos momentos de "Páramos del Infierno de El Bosco":
El 30 de junio del año 2000 estrené, en el salón de actos del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, El viaje discreto.
El viaje discreto trata sobre la memoria sonora de la infancia. Sus tres partes, Luna y panorama de los insectos, Reclamos y Último tren, tienen que ver, la una, con las noches de verano en el caserio de mis abuelos en Baeza y el zumbido de grillos y cigarras en las cálidas noches estivales, noches en las que los chiquillos nos acostábamos tarde vencidos por el calor; la otra, con los recuerdos de caza y las escopetas y reclamos que los adultos guardaban en los armarios, que los pequeños, a ocultas, empleábamos cuando podíamos en nuestros juegos y descubrimientos; la última, con el sonido de los viajes que emprendíamos cada verano y cada Navidad desde Atocha hacia la estación Baeza-Linares, en unos trenes que desprendían carbonilla, con asientos de madera y revisores que pasaban pidiendo el billete.
1. Luna y panorama de los insectos
2. Reclamos
3. Último tren
En mi familia nunca hubo músicos. Al menos nadie lo recuerda. El primer instrumento que tuve fue una guitarra que me regaló mi abuelo materno cuando tenía seis años. Aprendí de oído como pude, de mala manera, peleando con cuatro acordes sobre las cuerdas que afinaba en un tono u otro, según se diera, con lo cual no se si arreglé mi oído o lo estropeé para siempre. Así fue hasta que un día, pasada la adolescencia, comprendí que necesitaba formación musical, intenté poner remedio acudiendo a las clases del conservatorio, y probé con otros instrumentos.
En los años setenta fui cantautor en un grupo llamado Barraca 2, y en los ochenta rockero en diversos grupos, entre ellos Jaleo, del que guardo un recuerdo imborrable. A partir de la década de los noventa me he dedicado definitivamente a la música contemporánea, tanto en su vertiente instrumental como electrónica, que entiendo que es la que más conviene a mi temperamento y es con la que me siento más feliz.
Sin embargo me siguen gustando todas las buenas músicas, de cualquier género, pero no soporto que la música invada mi intimidad cuando no lo deseo, una materia de la que es difícil sustraerse, y con la que la vida actual parece querer llenar cada espacio y cada momento.
Aunque comprendo que a veces son inevitables, no me gustan nada los clichés, y compongo mis obras con sonido, cualquier clase de sonido, y con mucha dosis de silencio. A veces esa materia sonora proviene de escalas, arpegios, armonías, y otras veces la tomo del entorno y de la actividad humana. Organizo los sonidos como si pintara o esculpiera con ellos, como objetos de una arquitectura, y presiento que el cine, sus esquemas de desarrollo temporal y sus trucos, han influido sobre mi manera de componer. Si observáramos, veríamos que el sonido, pese a su estado etéreo e inasible, está vivo y tiene carácter, y la suerte de elegir o fabricar un sonido constituye en sí misma un acto de composición musical: el primero.